197) EL AMOR DE CATALUÑA POR VALENCIA.
EL AMOR DE CATALUNYA POR VALENCIA.
Felip Bens.
El interés de Catalunya por Valéncia y sus cosas (sí, sí, Valéncia y no València, substancial y significativa diferencia) no es nuevo. Rovira i Virgili (1936) afirma en Resum d´història del catalanisme: «Nació catalana vol dir la totalitat dels territoris de l´idioma i la totalitat de la gent nostra que els habita. L´antic Principat és una regió (es a dir, una part) de la nació catalana, com el país valencià, com les illes, com el Rosselló». Es este un ejemplo tardío, pues ya desde su origen, el nacionalismo catalán fue expansionista y romántico. La lengua es la nación. Así, Valéncia, su Siglo XV de Oro y su inconmensurable nómina de autores devinieron fundamentales para un ideario nacionalista que Catalunya (la Catalunya estricta dice Maragall, asumiendo el concepto imperial sin rubor) construyó en base a un orgullo lingüístico tomado, sin pedir permiso ni opinión, de los valencianos. Observando la indignación de Maragall y de Carod con el asunto de la Constitución europea, diríase que se sienten garantes de lo nuestro. ¿Quién les otorgó ese papel y desde cuando? ¿Los valencianos acaso? La tentación catalana de ejercer dominio político sobre Valéncia no es nuevo. Primero fue Catalunya; luego Països Catalans; ahora Eurorregión. La intención es la misma: hacer de Barcelona la capital de un territorio más amplio. Los catalanes siempre han contado con excelentes políticos al servicio del país y de su bienestar. Conscientes de que Catalunya necesita conquistar mercados, áreas de influencia sociopolítica sobre las que actuar económicamente. Hoy gobierna España junto al PSOE, como ayer lo hizo junto al PP. Y además ejerce de metrópolis de Aragón y Baleares. Catalunya se lo pone difícil a Valéncia para reestablecer lazos de hermandad. ¿Cómo atenuar el miedo histórico de Valéncia a las tentaciones imperiales de Catalunya? ¿Quién dijo que veíamos fantasmas?
Y es que el pancatalanismo lleva cien años animando a los catalanes a considerarnos suyos, a considerar que pueden tomar lo nuestro a antojo. Una irresponsabilidad histórica que entorpece, desde hace décadas, las relaciones entre Valéncia y Catalunya. Que nos hace perder un tiempo y una energía preciosas en discusiones estériles como la que propone el propio Maragall el pasado sábado con su rocambolesca lección de historia. ¿Es esa la historia que se enseña en las escuelas de Catalunya? ¿La vieja leyenda de los lleidatans y les donzelles? ¿Volvemos a contar linajes en el Llibre del Repartiment? Seamos serios: ¿A qué sale Maragall a explicarnos nuestra historia? ¿Cómo pretende que esas leyendas vengan a determinar nuestra política lingüística? Los valencianos tenemos la voluntad de articular un modelo de lengua propio sobre la base de su entidad jurídica y política que sirva para recuperar su uso social.
¡Claro que la conquista del reino aportó influencias catalanas! Y occitanas y aragonesas, y navarras y castellanas... ¿Hablamos de historia? ¿Recordamos la voluntad de Jaume I por otorgarnos entidad jurídica propia a través de Els Furs? ¿Desempolvamos a mozárabes y moriscos? ¿Le recuerdo a Antoni Canals y su prólogo del Valeri Màxim (1395): «el l´(he) tret de latí en nostra vulgada lengua materna valenciana així com he pogut, jatssessia que altres l´hagen tret en lengua cathalana»? ¿Sacamos de nuevo a pasear los centenares de afirmaciones idiomáticas que jalonan nuestra historia de la literatura? Volvamos al presente: los valencianos somos mayores para que nadie venga a decirnos qué hacer con nuestra lengua. Porque es nuestra competencia política.
El mismo sábado del artículo de Maragall en «El País», la editorial de ese periódico hacía suyo aquel iletrado tópico? «¿Puede alguien imaginar que México, Colombia o Chile reivindicaran ante Naciones Unidas que la lengua que hablan es distinta del castellano o español (...)?». ¡Con lo sencillo que es y los valencianos no lo entienden! ¿Conoce el editorialista nuestro Siglo de Oro y a sus autores, nuestra historia de la lengua o las diferencias morfológicas, sintácticas, léxicas o fonéticas entre catalán y valenciano como para hablar con esa vehemencia? ¿Quiere «El País» reproducir en sus páginas el debate que hubo hace 25 años en las de Levante-EMV y «Las Provincias»?
Cierto es que en Valéncia hay destacados seguidores del ideal anexionista. Algunos por convencimiento y la mayoría por pesebrismo; todos tocan resortes de poder. Una organizada minoría que ha tejido una red de estómagos agradecidos durante las últimas 4 décadas. Con un resultado social tendente a cero, pero con una capacidad sangrante para anclar en la parálisis cualquier alternativa ilusionante y aglutinadora desde una vocación de sincera valencianidad. Dentro de la propia Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) hay algunos. Y eso a pesar de que la ley fundacional de la AVL hable de potenciar las formas genuïnas valencianas, lo cual representa para ellos, como para Maragall, una amenaza a la unidad de la lengua. Frágil unidad si se quiebra de manera tan fácil. Y si es tan evidente, ¿a qué tanta histeria y tanta inversión? Incluso la existencia propia de la AVL les contraria: ¿para qué una autoridad normativa valenciana existiendo el Institut d´Estudis Catalans (IEC)? Sin embargo estan dentro de l´AVL. Estar, están. Algunos incluso en los dos sitios. Y siguen directrices de Barcelona (¿de Maragall?) para convertir la AVL en una delegación del IEC, como la propia lengua, como el país. Quieren ser delegación en todo. Sospecho que por falta de convicción en las posibilidades de nuestro pueblo, en las suyas propias.
Una AVL, sin embargo, que no respete la voluntad de los valencianos, ni del PPCV ni del PSPV, perdería el respeto de la sociedad; se perdería el respeto a sí misma, de hecho. Sería un fiasco inaceptable. Porque los valencianos anhelan consenso y paz social, sin duda, pero sin renunciar a nuestras competencias sobre nuestra propia lengua, desde una valencianidad innegociable.
Sr. Maragall: dejen en paz Valéncia. Dejen de inmiscuirse en el rumbo de nuestro futuro. No queremos ser como ustedes, por más admirables que sean en muchas cosas, que lo son. No se gasten ni un duro más en intentarlo. Y mucho menos queremos que nos manden. No queremos cambiar de amo. Queremos ser los amos. De nuestra autonomía, de nuestra cultura, de nuestra lengua. De nuestras cosas. Nos gustan nuestros defectos, tan valencianos. Y nuestra soberanía.
Catalanes y valencianos podemos volver a ser primos hermanos. Precisamos para ello una relación de tú a tú, sin subordinaciones y sin trampas. «No me quieran tanto» venía a exigir días atras Vicent Franch en su columna de «El País»-CV. Pues eso. Que de tanto que nos quieren unos y otros, los valencianos llevamos 300 años sin levantar cabeza y con nuestro idioma nacional, el valenciano, en franco retroceso. Paz, consenso y valencianidad para abordar unidos la gran cuestión, el verdadero reto pendiente: la recuperación del uso social de la lengua.
FONT: Levante EMV. 10-11-2004.
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